Me he enamorado y no siento pena.

Estoy enamorada
de un corazón roto,
destrozado,
cansado de amar
a su manera,
quizás por temor
a lastimar
un corazón completo.

Me he enamorado
de unos ojos tristes,
cansados de ver
amaneceres vacíos,
camas desatendidas,
llenas de recuerdos
y sin ningún color
que no sea opaco,
cómo la soledad.

Aún no entiendo
mi manía tan loca
de reparar corazones
empezados,
abandonados
en el intento
de conocer el cielo
con sus propias alas
de corazones heridos.

Sucede que
me encanta ver
cómo estás aves
se levantan del suelo
sin importar
que su desplome
haya sido terrible.

Me gusta curar sus alas
sanar sus heridas
verlas recuperarse
para volver a volar.

Soy amante
de las miradas distantes
esas que ocultan tanto
que te atrapan
por completo.

Admiro las lágrimas
sinceras
esas que salen
del corazón
y provocan tempestades.

Me enamoró
de los abrazos para
esos
que unen corazones
y colocan los latidos
al mismo ritmo,
a la par.

Si me preguntan diré
que
esa es mi perdición
porque una vez
que han sanado
se marchan,
vuelan de mi
y me abandonan.

Hace unas cuantas heridas
hubiese jurado
que se iban
por temor a lastimarme
cuando yo
solamente les había brindado
amor sincero
ahora sé
qué se alejan
porqué van en busca
de una paloma,
una de verdad
que no tenga miedo a volar.

De esas que aman
moverse entre el viento
en lugar de curar
alas ajenas
que ellas no ha dañado.

El día de hoy
mis alas están sangrado
y nunca antes
han conocido el cielo
únicamente por
aves peregrinas,
ajenas a mi dolor
pero causantes
del mismo.

Sea lo que sea
sé que no estaré en calma
durante mucho tiempo;
Mis alas
se elevan cada vez más
y si yo no quiero
ellas me obligarán
a volar muy pronto,
a vivir.

-Anaiz Hernández